Un buen día, en casa del empresario y filántropo americano Andrew Carnegie (1835-1919), considerado uno de los grandes magnates de la industria, se produjo la siguiente escena que nos habla de la dignidad y valentía de las personas:
La cocinera de la familia, estaba harta de que nadie reconociera su dedicación y talento, así que después de "treinta" años de servicio en la casa tomó la extrema decisión de servir un plato muy especial para la cena, nada menos que heno hervido aderezado con trozos de berza y remolacha, una comida que más que para señores parecía indicada para cerdos. La familia recibió aquello con asombro, y tras la indignación, llamaron inmediatamente a la cocinera a la que increparon duramente respondiendo ésta:
-"A lo largo de estos años nadie me ha felicitado ni me ha dado las gracias por los excelentes platos que he ido confeccionando, por lo que decidí que acaso no valía la pena que me siguiera esmerando; pensé que cualquier cosa que les sirviera sería acogida de aquella manera; pero hoy veo que no, y compruebo que el disgusto que acabo de dar al paladar de todos ustedes es confirmación del gusto que en todas las demás ocasiones les proporcioné, y echo de menos las alabanzas por treinta años de buenos y suculentos platos. No es justo que lluevan las críticas donde antes faltaron las alabanzas".
Lo que no sabemos es si la buena cocinera mantuvo su puesto tras lo sucedido, y por supuesto no olviden lanzar al menos un significativo "Mmmm" cuando un ser querido se esmere diariamente en sorprender nuestro paladar.
En la imagen podemos ver el cuadro "La mesa de la cena", obra de Henri Matisse, perteneciente a una colección privada.
La cocinera de la familia, estaba harta de que nadie reconociera su dedicación y talento, así que después de "treinta" años de servicio en la casa tomó la extrema decisión de servir un plato muy especial para la cena, nada menos que heno hervido aderezado con trozos de berza y remolacha, una comida que más que para señores parecía indicada para cerdos. La familia recibió aquello con asombro, y tras la indignación, llamaron inmediatamente a la cocinera a la que increparon duramente respondiendo ésta:
-"A lo largo de estos años nadie me ha felicitado ni me ha dado las gracias por los excelentes platos que he ido confeccionando, por lo que decidí que acaso no valía la pena que me siguiera esmerando; pensé que cualquier cosa que les sirviera sería acogida de aquella manera; pero hoy veo que no, y compruebo que el disgusto que acabo de dar al paladar de todos ustedes es confirmación del gusto que en todas las demás ocasiones les proporcioné, y echo de menos las alabanzas por treinta años de buenos y suculentos platos. No es justo que lluevan las críticas donde antes faltaron las alabanzas".
Lo que no sabemos es si la buena cocinera mantuvo su puesto tras lo sucedido, y por supuesto no olviden lanzar al menos un significativo "Mmmm" cuando un ser querido se esmere diariamente en sorprender nuestro paladar.
En la imagen podemos ver el cuadro "La mesa de la cena", obra de Henri Matisse, perteneciente a una colección privada.