lunes, 11 de agosto de 2014

El origen de la palabra "Restaurante"



Parece que la palabra "Restaurante" tiene su origen en una cita del evangelio que un mesonero llamado Boulanger colocó a la puerta de su casa de comidas de la calle Des Poulies (actual Rue du Louvre) en  1765, en esta se podía leer "Venite ad me omnes qui stomacho laboratis et ego restaurabo vos", algo que podría traducirse por "Venid a mi todos los de estómago cansado y yo os lo restaruraré". Esta primera casa de comidas no era precisamente lujosa, pero presentaba ya mesas individuales y un menú en el que se podía elegir lo que se deseaba tomar, principalmente guisos y posteriormente pies de cordero. El mismo propietario hacia de portero y ayudaba a acomodarse a los comensales y lo que era aun más novedoso, tenía horarios fijos para el almuerzo y la cena. Entre sus clientes podemos citar al famoso Denis Diderot que en alguna carta alababa el local por la calidad del servicio y la belleza de alguna empleada del mismo. 

Hay otras versiones, como la recogida en el Larousse Gastronomique que dice que "restaurant" era una palabra del siglo XVI que designaba a un alimento que restaura y repone fuerzas y que la frase que Boulanger colocó a la puerta de su establecimiento era en realidad "Boulanger, venta de restaurantes divinos". Sea como fuere, el caso es que la frase tuvo éxito y las casas de comidas pasaron a llamarse desde entonces "restaurantes", lugares donde nos aliviaban de nuestras cíclicas carencias de alimentos. Después vendrían los restaurantes de Roze, Pontaillé y sobre todo Beauvillers que ya era un restaurante en toda regla y asi todo ha sido avanzar hasta llegar a "El Bulli". Parece que además este Señor Boulanger terminó haciéndose famoso por la calidad de sus pasteles y dulces, que antiguamente eran elaborados en los obradores de pan por lo que el término "Boulangerie" terminó por dar nombre también a las panaderías en Francia.

Esta entrada se la dedico a mi padre.

La anciana y los postres

“Una comida sin postre es como un traje sin corbata” 

Eso es al menos lo que mantenía el famoso restaurador francés Fernand Point (1897-1955), una idea que viene que ni pintada para ilustrar una anécdota ocurrida a la hermana de otro famoso de la cocina gala, el gastrónomo Anthelme Brillant Savarin. Resulta que encontrándose esta buena mujer a punto de cumplir los cien años, todavía no se había rendido a la evidencia de que la frugalidad en las comidas es una buena medida al llegar a determinadas edades. Suponemos que siendo hermana de quien era, tendría una propensión natural a disfrutar de los placeres que ofrece una buena mesa y en cierta ocasión, se decidió a darse un "homenaje" a base de numerosas ostras. La cosa no tuvo que ser precisamente escasa cuando la anciana empezó a notarse síntomas inequívocos de alarma, su rostro estaba congestionado y su respiración se hacía difícil, y claro cuando uno tiene cerca de cien años, la posibilidad de la muerte es una idea familiar y cercana; ell caso es que ella se supo en sus últimos momentos y sabedora de las delicias que esperaban todavía en la cocina grito con urgencia a la sirvienta:

"Pronto, date prisa muchacha, me queda poco, tráeme los postres..."

Ni que decir tiene que fue una muerte de lo más dulce.



 

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